La canción de dubstep le trepanaba el cerebro y los rítmicos bajos le golpeaban el pecho. Una melodia de cristal marcaba unas pausas y sin darse cuenta sus caderas se movían al compás de esa ruidosa música. El tempo cambió, se volvió más rápido y agresivo, gemidos digitales junto a voces distorsionadas y chirridos melódicos que hacían vibrar, danzar y menear la cabeza para encontrar el extasis de una provocación a la sociedad. Lo que no se consideraba normal lo era, lo que sí, no.
El siguiente drop bass de la canción le recordó las haspas de un helicóptero, mas rapidas, mas temblores, más vibraciones y más ritmos.
Requiem for a dream versionado por otro DJ, una colaboracion de Skrillex y Korn, Noisia, Dubsidia... una canción interminable en una noche interminable...que tampoco quería acabar.
Las luces tenían vida propia volteando y señalando paredes i otros focos. Luz negra hacia brillar las paredes y los estroboscopios enloquecían a cada cambio de ritmo. Laseres verdes i azules cubrian una pared de humo destrás del discjockey, ataviado como si procediera de un mundo futurista: sus gafas de cristales azules, el chaleco brillante, el pecho descubierto con un tatuaje cibernético, los guantes hasta el biceps con placas metalicas, la media melena peinada hacia arriba con mechas azules y plateadas y en en el cuello esos auriculares plateados que se ponia y quitaba entre canción y canción.
Él también vibraba con esa música. La sentía, la vivía. Lo que para otros era ruido para él la mano alimentora.
Las paredes brillaban con luz propia; grafittis de pintura fluorescente, lamparas de lava rodeando una columna, los ventiladores hacian volar mas de una melena emocionada o excitada por el ambiente y las consumiciones.
El hombre de la barra limpiaba una copa cuando la sombra pasó por delante al ritmo de los drop bass del DJ. Unos ojos azules y escalofriantes se posaron en él y pidieron un cóctel rojo sangre. Su serio rostro se volvió hacia el DJ i su cabeza se meneó al ritmo de la musica. Otra persona de semblante sombrio llamó su atención. Se encontraba sentada en un taburete y llevaba una capucha puesta. Ajena a la música, sorbía una bebida blanca de un vaso alto. Él la miró, torció el gesto y cató su cóctel.
Sus fríos ojos escrutaron el vaso de su bebida, buscando ralladuras, jugando con los reflejos de los focos. Su mente quería evadirse del exterior, no quería pensar ni recordar. Aunque si no pudiera recordar los problemas, porque tener memoria? De errores se aprendía, no?
Olvidó frases semejantes. Mejor escuchar ese ritmo latente y repetitivo, agotarse e irse a dormir.
Cerró los ojos. La bebida era tan dulce como le gustaba y como la recordaba.
Evasión, evasión...pensaba.
El dolor es temporal, dijo alguien.
Se le oprimió el pecho y de repente la música que le había aislado parecía encarcelarlo. Intentó no pensar en ello, en nada. Solo dejarse llevar por el ritmo.
Terminó la canción y el DJ recibió una marea de aplausos en todo su ser. Él se preguntó si sería alguien famoso, aunque en el fondo poco le importaba.
Gemía el quejido metálico de la siguiente canción cuando por sorpresa las luces se apagaron en una sonora bajada de tensión. Aún con el vaso en la mano, levantó la mirada y escuchó el murmullo de la gente, sorprendida y azorada, que más tarde se volvió un conjunto de gritos y quejas.
Pasó más de un minuto y la tensión subió de nuevo. Los flashes parpadearon. Vió al DJ de espaldas al público en un parpadeo, en otro una sombra que lo rodeaba, al siguiente la sombra movió el brazo y al último el joven caía inerte sobre su mesa de mezclas.
Alguien gritó. Debió verlo, tambien. Sorprendido dejó el vaso en la mesa y se levantó, tanteando el suelo para no tropezar.
Volvió la luz. Dónde antes el DJ se ganaba el pan ahora yacía un cuerpo inerte chorreando una cascada de sangre que se deslizaba por el podio hasta la pista. Las luces seguian parpadeando, pero no por una musica sino por la estampida de gente que corría a pisotones aterrada por la macabra visión.
Listo y temiendo que le pisaran, se subió a la barra y se puso de pie mirando a su alrededor. El cuerpo seguía sangrando. La espalda del hombre estaba intacta pero el podio aun se teñía de rojo. Desde la barra de madera veía ese pánico que consumía la sala, y la sangre. Brillaba con las luces, como si de una película se tratara.
Volvió la cabeza. El barman había huído y el encapuchado de la bebida blanca tampoco estaba. Pero él había visto lo ocurrido...podría dar parte, podría ayudar, podría...
Algo cayó y un foco se apagó, pero los estroboscopios siguieron funcionando, como si la musica siguiera encendida.
Y entonces, cuando el último exhaltado huyó por la puerta, la vió.
En el centro de la pista, la sombra surgió de un lado de la oscuridad cual silueta china y se dirigió hacia el cadaver con calma. Se agachó frente el charco de sangre, saco algo de su bolsillo y lo empapó con ella.
Él se asustó, pensando que seria el asesino y salto detrás de la barra. Gateando, se dirigió a un lateral para poder observar a escondidas y saco el mobil de su bolsillo. Puso el volumen a zero rapidamente y activó la camara de video por si se requeria alguna prueba. Sería esa persona la misma que vio junto al joven? Le habría matado él? Que hacía con la sangre?
El video apenas pudo durar un minuto. El presunto ciminal se alzó y guardó lo que fuera que sacara y se quedó quieto, mirando al frente. La capucha le cubría, mas no aparentaba mucha robustez. Se quedó quieto el rato suficiente como para que él sospechara que lo había percibido de algún modo y se recogió, pero sin apartar la cámara del mobil de donde pudiera ver la figura enemiga. Debajo de la barra solo había botellas de licores i cuchillos para cortar limones. Lo que tuvo mas a mano agarrar fue una botella de Eristoff. La miró y torció el gesto: algo tan bueno y se iba a romper. No haría ascos ahora, le podía ir la vida en ello. Se volvió hacia su telefono. Había dejado el objetivo sobresaliendo por la esquina contigua. Supuso que estaria disimulado por la poca luz, aun asi el video apareció bastante nítido.
Miró la pantalla, con las pulsaciones aceleradas.
Nadie.
Había desaparecido. Se volvió y se guardó el móbil, abrazando la botella de cristal. Podía aparecer en cualquier momento por cualquier lado. Su rostro, cómo sería?
Comenzó a sudar, inquieto, y espero... cuanto más silencio había más augmentaba el terror. El pánico al susto, a lo desconocido y a la falta de previsión. Por qué no habría huído como la otra gente?
Las luces de los focos se apagaron de golpe. Estuvo a punto de conectar el mobil para poder ver, pero se dijo a si mismo que después tendría más miedo aún en la penumbra... Más valía no ver nada.
La puerta se habrió y unos ladridos y repiqueteos metálicos irrumpieron de repente. Se asustó, pero luego dedujo que era la policía gracias a expresiones como "registrad eso!" y "que acordonen la zona". Quiso salir pero temió que le culparan de lo ocurrido. Al fin y al cabo eso era la escena de un crimen, aun así... Dejó la botella de vodka en el suelo, queriendo no parecer un borracho al salir. Un perro ladró a su lado. Era un pastor alemán joven, pero con buenos dientes. Asustado, se acurrucó y se dio cuenta entonces del rato que llevaba temblando por el shock. Levantó las manos y la linterna de una agente le enfoco la cara. Apenas tuvo fuerzas para realizar el movimiento reflejo de apartar los ojos. Otro focus apareció. Era otra agente. Hablaron con él, le preguntaron su nombre y le mandaron salir. Temblando, obedeció, pero no pudo mantenerse en pie mucho rato. Las luces de la sala se abrieron, arrebatando a la pista de baile todo su encanto futurista anterior e iluminando, indeleblemente, el cadáver. Verlo tan claramente le revolvió el estómago y le subió una arcada en forma de vómito. Apartó la vista y lo soltó, asqueado.
Las agentes lo sujetaron y un hombre fornido le puso una manta encima y, a rastras, por fin lo sacó del edificio.
Fuera del local la sombra delincuente observó cómo la policía sacaba al último testigo a rastras. Un rezagado, pobre chaval. Tenía pinta de borracho, andaba tambaleándose y con la cabeza gacha.
Rió con sorna. Esta juventud...
Dos agentes acordonaron la zona cerca de dónde estaba. Fingió la curiosidad típica de los humanos ante el morbo y los incidentes que tanto odiaba. Se puso los auriculares y obedeció cuando, al ver que tras ella más gente se apilaba, una agente les ordenó que se apartaran.
Se quedó allí, escuchando una canción catalana de death metal. El griterío confuso y el rapido ritmo que llevaban los pasos de los agentes casi era equiparable al ritmo de la canción. La voz rota del cantante, ahora gutural ahora melódica parecía querer acompañar la situación cin sus quejidos.
Canturreó el estribillo melódico, disimulando que llevaba el ritmo con la cabeza para no parecer tan insensible y, cuando una ambulancia se acercó con la sirena puesta, dió media vuelta y se fue por entre el gentío. Ya sabía lo que venía ahora: protocolo de sanidad, ambulancias, forenses y tal vez los testigos afectados como el pobre muchacho que sacaron a rastras. Pero al final no encontrarían nada. Todo igual. Sin huellas, sin marcas, sin rastro.
Las tuercas giraban siempre en la misma dirección y el engranaje no se detendría nunca. Pero había escogido esa vida. Sombras, discreción, anonimato...y sangre. Todo sin honor y al mismo tiempo con mucha fe. La pluma roja de sangre yacía en su bolsa de plástico, la canción sonaba en su cabeza y su paso iba a su pulsación. Su rostro, impasible. Sus ojos grises, fríos.
Ella sólo era una trabajadora más que ese día ya había cumplido con su jornada y en consecuencia se había ganado el pan.
Su pecho oprimía el rencor y el remordimiento. Había aprendido a hacerlo para sobrevivir.
Su corazón ya no era de adolescente ni de adulta. Su sonrisa era de satisfacción cínica. Los sentimientos un peligro del que protegerse. El corazón sólo era eso, un órgano que la mantení viva biológicamente.
Sólo era "eso".
Una máquina más del engranaje de la vida.